Introducción

Prólogo de María José Aguilar Cano

Siempre me gustó la gente que siente lo que hace, que actúa como piensa y que tiene la valentía y la generosidad de desnudar pensamientos y sentimientos íntimos y compartirlos con los demás.

Conocer a Rafael Madueño Canales en el colegio San Francisco Solano durante este curso ha sido un placer y un descubrimiento.

Un placer porque con docentes así, una se reconcilia con esa parte de ti que has ido perdiendo por el camino. Veo a esos alumnos, que fueron míos durante la etapa de Infantil, atender a su maestro. Veo sus miradas, escucho sus respuestas, respiro ese ambiente de las clases que a mí me gustan… y es que la orquesta suena bien. Está afinada, los tempos y el ritmo adecuados y el director sabe llevar la batuta con maestría. El corazón y la mente de esos niños están tocados irremediable y positivamente y así cada melodía fluye mejor.

Y un descubrimiento porque lo miro dar clase y lo imagino en casa y componiendo. Hay veces que me cuesta ver a la misma persona en el docente y el poeta.

Ese aire informal que lo caracteriza, la risa pronta, la respuesta ágil, la naturalidad que exhibe, la sinceridad aplastante, ese punto de timidez mezclado con ese dominio del lenguaje en sus versos, esa pasión, ese desnudo de su alma sin trabas que lo frenen, ese decir lo que siente, cómo lo siente y por quién o por qué lo siente… es la conjunción perfecta.

Él me comenta que siente la necesidad de componer cuando redescubre la magia de decir mucho con muy pocas palabras. Y es que, en la poesía, todo es excesivo menos la extensión.

Quizá sea esa la razón por la que Rafael encuentra en ella el vehículo perfecto. Él es así, excesivo con mesura, libre sin avasallamientos, perfeccionista dentro de su propio caos, estratega sin planos que lo limiten y, sobre todo, buena gente. Tenía que ser poeta y docente, no cabía ser otra cosa.

Disfruten con este libro, pongan su nombre en algún espacio en blanco y vívanlo. Amen como sólo vale la pena hacerlo, respiren como si fuese la última inspiración, despídanse de aquello que oscurece el horizonte con esa elegancia libre de reproches y sean felices con la lectura de una poesía limpia y libre, como debe ser… como es ella.

Y Rafa, querido compañero y amigo, escribe siempre y enseña siempre. La vida puso en tus manos las armas para hacerlo y hacerlo bien. Sé agradecido con ella y comparte con tus lectores tanto como hay que contar. Y hazlo bonito, Rafa, esa es la misión del poeta. Colorea el blanco y negro de algunos momentos con el mejor color que existe: la palabra.